Visión

Salud Visual. Exámenes periódicos, una asignatura pendiente

La revisión masiva de la salud visual de la población resulta clave para poder detectar a tiempo problemas visuales y oculares que merman la calidad de vida. Aunque falta concienciación, el óptico-optometrista se alza como el profesional sanitario más preparado para lograr este reto de la mano de otros agentes sociales.

La vista es el sentido más decisivo para gozar de una buena calidad de vida, ya que el 80% de la información que recibimos en nuestro día a día nos llega a través de los ojos. Sin embargo, existe una falta de conciencia entre la sociedad a la hora de cuidar y prevenir la salud visual. De hecho, en la mayoría de los casos, la primera consulta con el óptico-optometrista se realiza cuando se detecta algún problema o deficiencia, y en pocas ocasiones se acude de forma rutinaria como medida de prevención.

Frente a ello, todos los agentes implicados en la salud visual de la sociedad deben promover hábitos preventivos para la mejora y mantenimiento de la salud visual de la población, así como la formación y actualización de los conocimientos del óptico-optometrista, de tal modo que se reafirme como el máximo referente en este ámbito, tal y como se defiende desde la Fundación Salud Visual, (Funsavi), cuyo objetivo es promover los exámenes periódicos en establecimientos sanitarios de óptica y ofrecer un servicio para la sociedad trabajando de la mano de otras instituciones profesionales.

“Desde el punto de vista de la salud pública, el óptico-optometrista es el primer eslabón de la cadena que vela por la salud visual y ocular de la población.

Como profesionales sanitarios podemos realizar ese primer contacto en el establecimiento sanitario de óptica, lo que nos permite gestionar la salud visual de forma global. Pero resulta vital que estemos todos convencidos de que debemos hacer esa labor de detección y prevención de forma regulada y bien ejecutada, con los informes pertinentes y en contacto con el resto de profesionales”, asegura Juan Carlos Ondategui-Parra, cofundador de WIVI Visión y profesor del Departamento de Óptica y Optometría de la Universidad Politécnica de Cataluña, quien hace hincapié en que “nuestra obligación es la detección masiva de los problemas visuales de la población”.

Salud Visual y el papel preventivo del óptico-optometrista

El óptico-optometrista es sin duda el profesional sanitario de la Salud Visual que está más cerca de la sociedad. De hecho, cualquier persona que tenga alguna duda sobre su visión tan solo tiene que acercarse a su centro de óptica más cercano para saber que ya está en buenas manos. La realización de revisiones visuales periódicas resulta esencial para prevenir y detectar a tiempo algunos problemas de la visión que pueden llegar a mermar considerablemente la calidad de vida del paciente.

“Si lo hacemos bien y somos capaces de estandarizar un buen programa de salud visual tendremos la capacidad de incrementar la detección de todas las disfunciones oculares más recurrentes.

Muchas de ellas podrán tratarse desde el punto de vista optométrico, pero también podremos detectar otras muchas con repercusión en otros ámbitos sanitarios, como el oftalmológico, psicológico, neurológico, etcétera. Así estaremos dando una atención sanitaria de primer nivel a nuestra población en cuanto a Salud Visual se refiere”, advierte Ondategui-Parra.

Con una buena planificación de revisiones periódicas anuales el óptico-optometrista es capaz de diagnosticar problemas visuales importantes en la Salud Visual, como el error refractivo, el estrabismo y la ambliopía en niños, mientras que en adolescentes puede ayudar a detectar disfunciones acomodativas binoculares, problemas de motilidad ocular o paresias no detectadas hasta ese momento.

“A partir de los 50 años, las ventajas de hacer una revisión anual son claras ya que permite detectar, de forma temprana, patologías como la degeneración macular asociada a la edad (DMAE), el glaucoma, la retinopatía diabética, etcétera.

Y en estos casos una detección rápida resulta clave, pues al remitir el paciente al oftalmólogo e instaurar pronto el tratamiento adecuado en ciertas patologías como DMAE se puede controlar y conseguir una pequeña regresión de la pérdida de visión, con lo que se puede mantener una buena función visual.

En otros casos, como ocurre con el glaucoma, aunque no se puede detener la enfermedad, sí se puede lograr frenar y ralentizar su desarrollo.

Así, nuestro objetivo siempre es permitir la máxima calidad de vida EN PORTADA para el paciente y eso se traduce en tener una buena función visual manteniendo el máximo rendimiento de agudeza visual”, detalla Ondategui-Parra. Tal y como destaca el experto, “nuestro rol es mucho más importante que la simple venta de gafas, que solo es una parte de nuestro mercado.

En este sentido, tenemos una serie de competencias sanitarias que debemos ejecutar con profesionalidad en las áreas que nuestra población diana demanda, con el fin de dar un servicio continuado de detección y de seguimiento de salud con las revisiones adecuadas en el tiempo.

Cada óptico-optometrista debería ser consciente del cupo y del perfil de población que tiene a su alcance para dar el servicio sanitario más adecuado, pues es lo que nos va a permitir tener una población sana y controlada.

Eso significa un pequeño esfuerzo en nuestra rutina de examen y dejar atrás el miedo a pensar que estamos perdiendo el tiempo. Todo lo contrario, pues económica y sanitariamente estamos mejorando de una forma significativa la salud visual de la sociedad.

Si el paciente es consciente de que estamos velando por la prevención de su salud visual sabrá valorarlo y vendrá a nuestros centros. Mantener ese nivel de excelencia en la atención visual requiere de un esfuerzo permanente del profesional a través de la formación continuada”, destaca Ondategui.

Radiografía del examen periódico visual

Salud Visual. Exámenes periódicos, una asignatura pendiente

La realización de exámenes periódicos visuales de forma rutinaria permite valorar a toda la población y garantizar que la sociedad goza de una buena Salud Visual. Por ello, lo más adecuado es poner en práctica exámenes anuales que pueden variar según la edad de los pacientes.

Tal y como explica el experto, las claves a tener en cuenta son: Bebés de 0 a 2 años: es importante detectar todo aquello que limite el desarrollo de la capacidad visual, como el estrabismo o la ambliopía.

“Este examen lo tenemos que realizar conjuntamente con los pediatras que, en algunas comunidades lo están realizando muy eficazmente hasta los dos años, pero por desgracia no podemos decir que existe un programa global para todas las comunidades autónomas, pero lo cierto es que recae la iniciativa del pediatra en utilizar o no algunas herramientas para evaluar la función visual de los más pequeños, por lo que la revisión exhaustiva no está generalizada”, advierte el experto. De 2 a 12 años: hay que controlar el desarrollo de la agudeza visual e intentar detectar disfunciones binoculares.

“Cuando el niño ya empieza a leer entran en juego otros tipo de disfunciones, como las binoculares, acomodativas o motilidad ocular, ya que puede haber una implicación importante en el desarrollo académico del menor y en su capacidad de aprendizaje”, detalla el experto, quien añade que “también es importante controlar la posible aparición de miopía y sus causas, sin olvidar que el defecto refractivo debe estudiarse en todas las edades”.

De 12 a 18 años: en esta etapa nos encontramos una demanda visual mucho mayor, lo que puede desequilibrar las habilidades visuales adquiridas. “Por ello es necesario examinar el aspecto binocular, la acomodación, los posibles malos hábitos en las distancias de trabajo, el desarrollo de miopía, observar qué factores de riesgo pueden existir y que no estén controlados, etcétera”, explica.

Sumado a este control en la función visual, resulta imprescindible valorar también la Salud Visual de los menores. “Hay que asegurarse de que no hay ninguna patología; es decir, que no existen lesiones en retina, en cristalino o en córnea, ni alteraciones que puedan limitar la visión binocular”, detalla Ondategui-Parra, quien recomienda “una revisión anual al menos hasta que se cumplan los 18 años, porque es cuando se producen los mayores cambios en el desarrollo del ojo, tanto por el paso de niño a adulto como por el cambio de las demandas visuales”.

Sin embargo, si existe algún tipo de problema, en función de la severidad y la intensidad del mismo, las pautas de seguimiento pueden ser desde revisiones cada mes hasta controles cada seis meses”, asegura. De los 20 a los 45 años: se trata de una etapa muy estable en la que entra en juego la protección. “El profesional debe garantizar que el ojo se siga manteniendo sano con gafas de protección con filtros adecuados según cada demanda.

Además, el óptico-optometrista debe informar sobre los riesgos que tiene el hecho de no tener esa protección, ya que eso puede provocar desde problemas como queratitis, hasta procesos irritativos en conjuntiva pasando por procesos de envejecimiento de cristalino que pueden acelerar la aparición de cataratas”, advierte.

A partir de los 45 años: la existencia de patologías sistemáticas como diabetes, hipertensión, etcétera, pueden dar pie a problemas oculares, por lo que hay que controlarlo. Además, el propio envejecimiento da lugar a cambios en las estructuras oculares que aumentan el riesgo de patologías de la visión, por lo que a partir de los 60 años los expertos recomiendan una revisión rutinaria anual de forma obligatoria, aunque no haya síntomas evidentes de ningún problema ocular.

Raquel Bonilla y Chema Valdés / Redacción
GACETA DE OPTOMETRÍA Y ÓPTICA OFTÁLMICA, 550, OCTUBRE 2019 http://cgcoo.es/descargas/gaceta550/Gaceta%20Octubre.html

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